Visiones opuestas de la cultura marcan la segunda vuelta entre Jeannette Jara y José Antonio Kast

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Los énfasis programáticos van desde la cultura como derecho social y trabajo digno, hasta un plan de infraestructura cultural a 10 años en comunas con poca oferta.

Por Trinidad Sánchez y Renato Álvarez

Jeannette Jara y José Antonio Kast serán los dos nombres en la papeleta del 14 de diciembre, cuando se realice la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Chile 2025. Aunque la campaña ha girado en torno a seguridad y economía, sus programas también muestran diferencias profundas en materia de cultura, tanto en el rol del Estado como en el tipo de apoyo que imaginan para el sector artístico y creativo.

Mientras la candidata comunista propone una agenda cultural amplia, que entiende la cultura como un derecho social y un eje transversal de las políticas públicas, el abanderado del Partido Republicano concentra su oferta en un Plan Nacional de Inversiones Culturales a 10 años, centrado en la construcción y mejoramiento de infraestructura en todo el territorio.

Fotografía de Renato Álvarez

Principales ejes de las propuestas culturales

Según su programa “Un Chile que Cumple”, Jara plantea crear un Sistema Nacional de Financiamiento Sostenible para la cultura, con recursos estables y no únicamente concursables, de manera de fortalecer tanto grandes instituciones como organizaciones culturales comunitarias. A eso suma un estatuto o “contrato cultural” para dar derechos laborales y protección social a artistas, técnicos y trabajadores del sector.

La candidata oficialista también propone un Plan Nacional de Cultura para la Seguridad y la Convivencia en barrios vulnerables, que usa actividades culturales para reconstruir tejido social en territorios afectados por violencia, abandono y falta de espacios públicos. Además, plantea implementar la nueva Ley de Artesanía, impulsar una ley de fomento a las artes visuales y reformar la Ley del Telonero para mejorar las condiciones de músicos chilenos que abren conciertos masivos.

Kast, en cambio, presenta una oferta mucho más acotada: su principal propuesta cultural es un Plan Nacional de Inversiones Culturales 2026–2036 orientado a construir, renovar y equipar teatros, centros culturales, museos y otros espacios en comunas con brechas de infraestructura. El candidato ha insistido en que no pretende recortar el presupuesto cultural, pero no compromete aumentos ni detalla cambios en el sistema actual de fondos ni en la institucionalidad del Ministerio de las Culturas.

Cultura como derecho vs. cultura como infraestructura

En el programa de Jara, la cultura se entiende como un derecho que el Estado debe garantizar en todo el territorio, articulado con educación, salud, seguridad y bienestar. Su comando ha insistido en “poner la cultura en el centro” de las políticas públicas, no solo como entretenimiento o industria, sino como una herramienta para la cohesión social y la equidad territorial.

La propuesta de Kast, en tanto, pone el énfasis en la infraestructura: la idea es que más y mejores espacios culturales permitan ampliar el acceso, especialmente en regiones, sin modificar de manera significativa los mecanismos de financiamiento, ni crear nuevos programas de fomento para audiencias, educación artística o industrias creativas. El foco está en la obra pública y en la eficiencia del gasto, con un rol mayor para la iniciativa privada en el desarrollo del sector.

fotografia de wikimedia commons

Voces del mundo musical: la cultura más allá del “gustito”

Desde el mundo de la música, la trabajadora cultural y representante de la Sociedad Chilena de Autores e Intérpretes Musicales (SCD), Pía Vargas, subraya que el debate no es abstracto: la forma en que se concibe la cultura impacta directamente la vida cotidiana.

“Como trabajadora cultural, yo siempre he sostenido que la cultura está ligada a la educación. La cultura no es un lujo, no es un gustito”, afirma. Para ella, las expresiones artísticas y culturales son las que ayudan a “expandir nuestro mundo, adquirir conocimientos, aprender y entretenernos”. Durante la pandemia, recuerda, películas y música fueron un refugio emocional cuando no se podía ver a otras personas.

En esa línea, la idea de Jara de tratar la cultura como derecho y asegurar financiamiento permanente para centros culturales dialoga con una demanda histórica de artistas y gestores: dejar de vivir al ritmo de proyectos puntuales y fondos concursables, y pasar a una base más estable y predecible.

Brechas de acceso y regiones

Vargas identifica dos grandes brechas: económica y geográfica. Por un lado, el alto costo de la vida y los bajos salarios hacen difícil que muchas personas destinen tiempo y dinero a asistir a obras de teatro, conciertos o cine. Por otro, la mayoría de la oferta cultural sigue concentrada en Santiago, lo que dificulta construir escenas locales en regiones.

Frente a ese diagnóstico, Jara propone que los centros culturales no dependan exclusivamente de fondos concursables para funcionar, y que existan recursos permanentes para salas, orquestas juveniles, espacios de ensayo y programas formativos. También insiste en fortalecer las giras nacionales para que músicos y compañías puedan llegar efectivamente al norte y al extremo sur del país, no solo a las ciudades más cercanas a la capital.

Kast aborda la brecha regional principalmente desde la infraestructura: su plan de inversiones apunta a multiplicar espacios culturales en comunas que hoy no cuentan con teatros, bibliotecas o centros de arte. Sin embargo, su programa no detalla cómo se financiará la programación de esos espacios, ni si habrá fondos regionales específicos o transferencia de competencias culturales a gobiernos locales.

Audio Pía Vargas, trabajadora cultural e integrante de la SCD.

Precariedad laboral y financiamiento estable

En su reflexión sobre el sector, Vargas apunta a un problema estructural: la precariedad laboral de la música y de la cultura en general. A su juicio, la educación artística sigue siendo débil en los colegios, el trabajo de los artistas se percibe muchas veces como “carrete” y no como profesión, y la existencia de escenas locales fuertes depende de que haya salas, centros culturales y políticas públicas que sostengan esa actividad.

Por eso plantea que se necesitan cambios curriculares que enseñen a apreciar el arte desde la escuela, financiamiento permanente para centros culturales y salas de ensayo, y apoyo a orquestas juveniles, escuelas de rock y espacios de creación. La propuesta de Jara de un estatuto laboral cultural y de un sistema de financiamiento sostenible va en esa línea de reconocimiento estructural. En el caso de Kast, su programa no incluye medidas específicas sobre contratos, seguridad social o protección laboral para trabajadores de la cultura.

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